El agua dulce representa tan solo el 3% del total de agua en el planeta, y mientras que un 69% de esta agua se concentra en glaciares, el 30% la conforma el agua subterránea. El resto del agua dulce la encontramos en ríos, lagos, arroyos y humedales en la superficie.
Los depósitos de agua subterránea o acuíferos se forman mediante el agua de lluvia que se filtra a través de material rocoso y se acumula bajo la superficie de la tierra. Estos constituyen una reserva importante de agua dulce y fuente de abastecimiento sobre todo en zonas rurales, pero suele ser difícil de gestionar por su sensibilidad a la contaminación y sobreexplotación.
El agua subterránea suele ser potable, ya que la circulación la libera de partículas contaminantes y microorganismos, sin embargo, esta agua es susceptible a la contaminación, ya sea por causas naturales o por la actividad humana.
De forma natural, los mantos acuíferos pueden contaminarse por la acción de la erosión o por un exceso de sales disueltas. En cuanto al factor humano, las aguas se contaminan principalmente por la construcción de fosas sépticas, fugas de aguas contaminadas que se filtran al terreno, fugas de gasolina o por fertilizantes y pesticidas utilizados en la agricultura.
En ocasiones, los mantos acuíferos son sobreexplotados, lo cual provoca que el agua se agote. Si estas reservas están cerca del mar, el agua dulce es reemplazada por agua salada, quedando inutilizados para consumo humano.
Los acuíferos pueden mantener el agua contaminada por largos períodos de tiempo, debido a su lento ritmo de renovación y la dificultad para aplicar procesos de depuración que se utilizan en aguas superficiales.
Los acuíferos poseen cierta capacidad de depuración, según el material que lo conforme y otros factores, como la aireación, sin embargo, este es un proceso lento y limitado y no es suficiente en casos de contaminación severa. Por otra parte, el sistema para tratar el agua subterránea de forma artificial es algo complejo, ya que debe extraerse para ser sometida a depuración en una planta de tratamiento y posteriormente volver a inyectarla al subsuelo.
La mejor forma de evitar la contaminación del agua subterránea es tomar medidas preventivas que incluyan una gestión hídrica adecuada y un tratamiento correcto del agua industrial antes de descargarla de vuelta al ecosistema.